Preguntas Frecuentes

Preguntas frecuentes sobre el arbolado urbano de
la ciudad de Alicante

La idea de ciudad está íntimamente relacionada con la idea de espacio público y el arbolado es el elemento estructural por excelencia del espacio libre urbano.

Los espacios arbolados aportan identidad, significado y estructura al paisaje urbano. Son lugares que hacen posible la diversidad de usos y favorecen el encuentro y la estancia, es decir, hacen del espacio urbano un lugar más humano.

Todos sabemos que los árboles dan sombra, pero quizá no somos conscientes de que pueden mejorar el rendimiento ambiental de los edificios, reduciendo los gastos de calefacción y sobre todo refrigeración, además de reducir los efectos de la isla de calor.

La calidad del aire urbano mejora gracias a una buena cubierta arbórea, ya que contribuye a eliminar el polvo y las partículas en suspensión y tiene un papel destacado en la absorción de los contaminantes gaseosos. Por todo ello, mejora la salud de la población local reduciendo los costes sanitarios.

Los vegetales leñosos absorben parte de la reverberación térmica y lumínica provocada por los materiales de construcción, ayudan a reducir el ruido ambiental de los núcleos urbanos, disminuyendo la contaminación auditiva y reducen la velocidad del viento. Los árboles son uno de los elementos clave en la lucha contra el cambio climático ya que absorben del aire CO2 de la atmósfera durante el estado de la fotosíntesis y lo usan para formar carbohidratos utilizados en la estructura de la planta; liberando a la vez oxígeno (O2) como subproducto. Aportan además otros beneficios ambientales como alimento y refugio para insectos y aves favoreciendo la biodiversidad en el entorno urbano.

Existe también el valor económico que aportan lo árboles en la ciudad, pues ofrecen gran variedad de respuestas a las necesidades humanas en el medio urbano. Restauran el equilibrio ambiental y social de nuestros barrios, contribuyendo a la mejora de la actividad económica a través del incremento del valor de las viviendas y de ser un atrayente más para el turismo en la ciudad como es el caso de los árboles monumentales de la ciudad de Alicante.

Se ha dicho que la mejor poda es la que no se hace y esto es cierto si consideramos al árbol en un entorno natural, pero hay que hacer algunas consideraciones en el medio urbano. En primer lugar, los árboles que plantamos en la ciudad, han sido producidos en un vivero y su estructura ha sido alterada durante el proceso de cultivo, arranque, transporte y plantación. Por otro lado, el medio urbano implica serias restricciones al desarrollo arbóreo.

Pero no hay que podar si no hay una razón de poda. En el arbolado viario, la principal razón de poda es sin lugar a dudas la situación, que muchas veces entra en conflicto con la edificación, el tráfico, la señalización etc. Otro factor a tener en cuenta, son las constantes agresiones que sufre el arbolado y que derivan en un envejecimiento prematuro además de un alto riesgo de fractura, que obliga a intervenir por razones de seguridad. Por ello no conviene actuar solamente cuando ya se ha producido el conflicto, la poda del arbolado viario tiene como principal objetivo la técnica de regulación de la estructura del árbol de forma anticipada. La poda de formación de los árboles jóvenes es la poda más eficiente y debería ser la principal poda urbana.

La poda no consiste solo en cortar ramas, la poda es la comunicación entre el podador y el árbol. El podador toma la iniciativa y corta la rama, y es el árbol el que da la respuesta a esta acción. Cualquier manipulación de la estructura del árbol implica una respuesta que puede alejarse o acercarse a los objetivos de la poda. Para podar correctamente, necesitamos conocer anticipadamente las respuestas del árbol a nuestras acciones.

Realizar podas severas conlleva una serie de inconvenientes detallados a continuación:

Inconvenientes biológicos:

  • Muerte del árbol.
  • Debilitamiento del árbol.
  • Retrasos en el desarrollo del árbol.
  • Heridas que suponen una puerta de entrada de plagas y enfermedades.
  • Debilitamiento del sistema radicular y del anclaje del árbol.
  • Destrucción de la figura del árbol.
  • Provocan deformaciones y malos crecimientos.
Inconvenientes medioambientales:

  • Pérdida del sistema árbol.
  • Afectaciones sobre el suelo.
  • Aumento de la temperatura.
  • Contribución al cambio climático por pérdida de fijación de CO2 y movilizaciones de reserva, emisión de gases de efecto invernadero.
  • Incremento de la contaminación acústica como consecuencia de la pérdida de elementos leñosos.
  • Peor calidad del aire al aumentar las partículas en suspensión.
  • Incremento de contaminantes gaseosos.
  • Aumento de la velocidad del viento.
  • Pérdida del ecosistema para las aves que anidan en los árboles.
  • Deterioro de la biodiversidad para los animales cuyo alimento y refugio se encuentra en dichos árboles.
Inconvenientes económicos:

  • Incremento del riesgo de accidentes.
  • Menoscabo de los beneficios que los árboles urbanos ofrecen a la ciudad.

El conocimiento de las leyes que regulan la estructura de los árboles se convierte en el fundamento sólido de las técnicas de poda aplicadas en la arboricultura. Si cuando podamos un árbol sabemos anticipadamente cuál será la respuesta del árbol hacia nuestra actuación, podremos conseguir nuestros objetivos de la forma más eficiente y respetuosa.

Disponer de arbolado en nuestras calles, plazas y parques supone muchos beneficios para los ciudadanos,pero también comporta algunos riesgos.

El árbol es un estructura viva y por ello sujeta a las leyes de la biología y a las leyes de la física. Frecuentemente el entorno y la estructura del árbol se ven afectados por la dinámica de la ciudad. En algunas ocasiones, la convivencia entre el árbol y la ciudad se ve afectada por alteraciones que pueden disminuir la contribución del árbol a la mejora del medio urbano, pudiendo llegar a convertirse en un factor negativo en las condiciones de vida del ciudadano. Uno de estos factores es la probabilidad de caída de ramas y árboles enteros.

Teniendo en cuenta que los síntomas de vitalidad no son los únicos determinantes de las perspectivas de futuro de un árbol. Cabe destacar que la presencia de hojas verdes no garantiza la viabilidad del árbol. Si se produce un fallo estructural puede quedar comprometido el futuro del ejemplar aunque éste presente síntomas de vitalidad elevada.

Todos los árboles tienen el potencial de producir un daño, pero relativamente pocos lo hacen. Se considera que un árbol es peligroso cuando la probabilidad de que el árbol falle es elevada, tanto el ejemplar entero como una o varias de sus partes y en segundo lugar, que exista una elevada probabilidad de que en caso de fallo se provoquen daños a personas o bienes.

Por lo tanto, no se trata de eliminar el riesgo asociado al arbolado urbano, ni se trata de disminuirlo sistemáticamente. El riesgo se debe gestionar, es decir, evaluarlo, establecer los límites de tolerancia, valorar los recursos y actuar cuando sea razonable.

Una gestión adecuada supone el deber de ajustar los medios y los objetivos a las distintas situaciones que se plantean. No podemos aplicar el mismo nivel de precisión a todos los árboles del municipio. En el caso de los parques peri-urbanos o de las masas forestales, cuando la frecuencia de ocupación humana es ocasional, aunque haya ejemplares con elevado potencial de fallo, la probabilidad de riesgo de accidente es baja y no justifica medidas de control de árbol a árbol.

La ciudad de Alicante dispone de un Plan de Gestión del riesgo del arbolado en el que se establece un protocolo de trabajo que garantiza la gestión adecuada de los ejemplares arbóreos y lleva un registro sistemático de todas las observaciones. La metodología empleada se basa en métodos de evaluación del riesgo potencial del arbolado, desarrollados en distintas universidades y reconocidos por la ISA (International Society of Arboriculture).

Ante el caso de un árbol con indicios de riesgo por encima del límite de tolerancia, los gestores municipales tienen la responsabilidad de tomar las decisiones adecuadas para corregir esta situación anómala y evitar un accidente. Estas medidas correctoras se pueden concretar en distintos tipos de actuaciones según se apliquen al árbol o a su entorno.

En algunas ocasiones delante de árboles ejemplares o en zonas verdes que hay suficiente espacio se puede limitar el acceso a la zona de diana (proyección de la parte susceptible de fractura y caída) con la correspondiente señalización.

En el arbolado viario difícilmente podemos actuar sobre el entorno y deberemos aplicar medidas correctoras al árbol. La poda será en muchos casos la técnica más empleada para disminuir el riesgo.

Ante un ejemplar que no admita poda por las características de su especie o por su baja vitalidad nos veremos en la obligación de decidir su eliminación.

Llegado a este punto, conviene diferenciar el valor patrimonial de un árbol ejemplar sobre el de un individuo de una alineación. En el primer caso es evidente que el valor patrimonial está asociado al propio ejemplar y no es sustituible. En el segundo caso el valor patrimonial corresponde al conjunto de la trama arbolada y no al individuo, por lo tanto una buena gestión patrimonial no está reñida con la sustitución cuando hay razones objetivas.

En conclusión, la gestión del arbolado urbano supone la gestión de los riesgos asociados.

En algunos casos las especies y las ubicaciones del arbolado en determinadas calles de la ciudad de Alicante no han sido las adecuadas. Existen ejemplares adultos de árboles de gran porte cuyas ramas están demasiado próximas a las fachadas debido a un inadecuado marco de plantación.

Igualmente, determinadas especies arbóreas ocasionan cierta “suciedad” en las calles durante la época de brotación y floración por el ataque de plagas.

Para dar respuesta a estas y otras inquietudes planteadas por los ciudadanos, el Ayuntamiento de Alicante está redactando el Plan Director donde se establecerá nuevos marcos de plantación en las calles, diseño y elección de especies, así como la posible sustitución de las especies que ocasionan determinadas molestias o no han funcionado en el entorno urbano como se preveía en el momento de la planificación.